Cuando estudiaba mi carrera
en los Estados Unidos de América, tuve la oportunidad de conocer la
historia: La Cinta en el Roble, en la misma nace una
relación entre la verdad, la esperanza y la responsabilidad. El amor, el perdón
y la compasión. Proviene de un libro de la década de 1950 sobre la reforma
de las prisiones norteamericanas, contada por el carcelero Kenyon J. Scudder.
Luego en los años ’70, se recuerda gracias a la canción “Ata una cinta amarilla
al viejo roble”...
Dos desconocidos se encontraban viajando en un
tren; uno de ellos evidentemente deprimido cuenta que vuelve a su casa después
de haber estado preso cinco años. En ese tiempo no tuvo contacto con la
familia: eran demasiado pobres para viajar y no tenían educación como para
escribirle.
Antes de salir de la cárcel, él les escribió y les
pidió, para cuando volviera, un signo, si estaban dispuestos a recibirlo,
debían poner una cinta amarilla en el roble que estaba junto a la vía del tren.
El, en caso de que la cinta no estuviera, seguiría
en el tren y buscaría una nueva vida en otro lugar.
Ya estaban cerca del pueblo natal, pero él no se
atrevía a mirar, asi que su interlocutor aceptó hacerlo para él.
El ex convicto, en silencio, esperaba, mientras se
acercaban al sitio indicado. Su corazón palpitaba 5…4…3…2… cuando sintió la
mano del otro apretar su brazo y le escuchó decir:
“¡Todo el árbol está lleno de cintas amarillas!”.
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